Desde el Evangelio http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio 2024-04-29T06:23:34Z Joomla! 1.5 - Open Source Content Management Desde el Evangelio 2018-05-31T12:02:08Z 2018-05-31T12:02:08Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1683-desde-el-evangelio Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_16.jpg" alt="" width="567" height="315" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />CORPUS CHRISTI</p> <p style="text-align: justify;">Celebramos la Solemnidad del Corpus Christi, la Fiesta de la Eucaristía. Estamos en el ámbito de la última Cena en la que Jesús les deja a los apóstoles, a modo de testamento vivo, su presencia: <em>“Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomen, esto es mi Cuerpo. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó… y les dijo: Esta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que se derrama por muchos”</em> (Mc. 14, 22-24). En torno a esta presencia del Señor resucitado fue naciendo la Iglesia, así nos lo vemos en san Pablo: <em>“Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he trasmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”</em> (1 Cor. 11, 23-24). Volver a estos textos es volver a ese ámbito único de la última Cena en el que el Señor hoy nos sigue congregando.</p> <p style="text-align: justify;">No se trata de algo accesorio o secundario, la celebración de la Eucaristía es central en la vida de fe porque hace presente el sí de Dios en Jesucristo al hombre, como fuente de su Alianza definitiva. Esta conciencia era muy viva en los primeros cristianos que, incluso en tiempos de persecución, decían: “no podemos vivir sin la eucaristía, sin la misa del domingo”. Si bien la eucaristía es, además, objeto de adoración y a esto hay que valorarlo es, ante todo, celebración de la fe con lo que ello implica de participación y de envío misionero. El Concilio Vaticano II lo dice claramente. “La eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana” (LG. 11). Si queremos comunidades orantes, servidoras y misioneras debemos formar comunidades que tengan su centro en la celebración de la eucaristía.</p> <p style="text-align: justify;">Este es un desafío y una exigencia, principalmente para el celebrante, que en la persona de Cristo preside la eucaristía. El Señor nos ha dejado la potestad sagrada, por el sacramento del Orden, para actualizar el misterio de su Pascua: <em>“Hagan esto en memoria mía”</em>. Ciertamente, esto no exime a cada cristiano de ver con ojos de fe su presencia y compromiso en la celebración de la eucaristía, y no depender del carisma del celebrante. La celebración de la Eucaristía nos debe mover a ingresar en un ámbito religioso que tiene su fuente en Dios, que nos congrega por su Hijo en la vida y misión del Espíritu Santo.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_16.jpg" alt="" width="567" height="315" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />CORPUS CHRISTI</p> <p style="text-align: justify;">Celebramos la Solemnidad del Corpus Christi, la Fiesta de la Eucaristía. Estamos en el ámbito de la última Cena en la que Jesús les deja a los apóstoles, a modo de testamento vivo, su presencia: <em>“Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomen, esto es mi Cuerpo. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó… y les dijo: Esta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que se derrama por muchos”</em> (Mc. 14, 22-24). En torno a esta presencia del Señor resucitado fue naciendo la Iglesia, así nos lo vemos en san Pablo: <em>“Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he trasmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”</em> (1 Cor. 11, 23-24). Volver a estos textos es volver a ese ámbito único de la última Cena en el que el Señor hoy nos sigue congregando.</p> <p style="text-align: justify;">No se trata de algo accesorio o secundario, la celebración de la Eucaristía es central en la vida de fe porque hace presente el sí de Dios en Jesucristo al hombre, como fuente de su Alianza definitiva. Esta conciencia era muy viva en los primeros cristianos que, incluso en tiempos de persecución, decían: “no podemos vivir sin la eucaristía, sin la misa del domingo”. Si bien la eucaristía es, además, objeto de adoración y a esto hay que valorarlo es, ante todo, celebración de la fe con lo que ello implica de participación y de envío misionero. El Concilio Vaticano II lo dice claramente. “La eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana” (LG. 11). Si queremos comunidades orantes, servidoras y misioneras debemos formar comunidades que tengan su centro en la celebración de la eucaristía.</p> <p style="text-align: justify;">Este es un desafío y una exigencia, principalmente para el celebrante, que en la persona de Cristo preside la eucaristía. El Señor nos ha dejado la potestad sagrada, por el sacramento del Orden, para actualizar el misterio de su Pascua: <em>“Hagan esto en memoria mía”</em>. Ciertamente, esto no exime a cada cristiano de ver con ojos de fe su presencia y compromiso en la celebración de la eucaristía, y no depender del carisma del celebrante. La celebración de la Eucaristía nos debe mover a ingresar en un ámbito religioso que tiene su fuente en Dios, que nos congrega por su Hijo en la vida y misión del Espíritu Santo.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 26 de mayo de 2018 - Santísima Trinidad 2018-05-24T10:22:13Z 2018-05-24T10:22:13Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1680-26-de-mayo-de-2018-santisima-trinidad Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_15.jpg" alt="" width="546" height="417" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />SANTÍSIMA TRINIDAD</p> <p style="text-align: justify;">Celebramos este domingo la Solemnidad de la Santísima Trinidad, uno de los misterios centrales de nuestra fe, al que solo llegamos por la revelación que nos hizo Jesucristo. Él nos habla de su Padre que lo envió y del Espíritu Santo que ellos, después de su Ascensión, nos enviarán. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Podemos llegar a conocer la existencia de un Dios creador y principio de todo, a eso llega la filosofía, pero no a conocerlo en su intimidad si él no se nos revela. El misterio de la vida de Dios lejos de ser algo oscuro adquiere, por el testimonio de Jesucristo, la luminosidad de una verdad que da sentido y horizonte a nuestra vida. Así él nos lo manifiesta: <em>“Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna”</em> (Jn. 12. 49-50). La primera actitud de la fe es, por ello, de gratitud y alabanza, porque Dios se nos ha revelado como fuente, camino y término de nuestra vida.</p> <p style="text-align: justify;">Esta conciencia de la fe trinitaria es principio e imagen de la Iglesia. No tenemos que buscar modelos para hablar o definir a la Iglesia, solo contemplar la vida de Dios como nos la ha revelado Jesucristo en sus palabras, principalmente en su oración: <em>“Padre, que ellos sean uno como nosotros somos uno”</em> (Jn. 17, 21). La Iglesia está llamada a ser la expresión visible en el mundo de esta vida de comunión en Dios. Esta es, precisamente, la obra del Espíritu Santo como alma de la Iglesia. Cuando perdemos de vista esta realidad teológica corremos el peligro de hacer una Iglesia a nuestra medida, que termina siendo una expresión débil o una suerte de ideología política, que no es la Iglesia de Jesucristo, por ello no despierta ni trasmite la fe. En cambio, cuando su fuente es la vida de comunión en Dios, ella nos muestra un camino nuevo de vida. Así concluye la oración de Jesús: <em>“que sean uno para que el mundo crea”</em>. La vida de comunión, que es expresión de nuestra fe en el Dios Uno y Trino, se convierte en principio y signo de una Iglesia misionera.</p> <p style="text-align: justify;">Un modo de actualizar esta conciencia es valorar el significado que tiene el persignarnos, es decir, hacerlo de un modo más reflexivo y religioso. Nos signamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en él hemos sido bautizados y en él estamos llamados a vivir nuestra fe. Cuántas veces es un acto rápido y casi mecánico que no eleva nuestro espíritu al ámbito de la fe, y corremos el peligro de hacer de la oración un diálogo con nosotros mismos y no abiertos a la escucha del Dios que nos ama, nos habla y nos sana.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_15.jpg" alt="" width="546" height="417" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />SANTÍSIMA TRINIDAD</p> <p style="text-align: justify;">Celebramos este domingo la Solemnidad de la Santísima Trinidad, uno de los misterios centrales de nuestra fe, al que solo llegamos por la revelación que nos hizo Jesucristo. Él nos habla de su Padre que lo envió y del Espíritu Santo que ellos, después de su Ascensión, nos enviarán. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Podemos llegar a conocer la existencia de un Dios creador y principio de todo, a eso llega la filosofía, pero no a conocerlo en su intimidad si él no se nos revela. El misterio de la vida de Dios lejos de ser algo oscuro adquiere, por el testimonio de Jesucristo, la luminosidad de una verdad que da sentido y horizonte a nuestra vida. Así él nos lo manifiesta: <em>“Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna”</em> (Jn. 12. 49-50). La primera actitud de la fe es, por ello, de gratitud y alabanza, porque Dios se nos ha revelado como fuente, camino y término de nuestra vida.</p> <p style="text-align: justify;">Esta conciencia de la fe trinitaria es principio e imagen de la Iglesia. No tenemos que buscar modelos para hablar o definir a la Iglesia, solo contemplar la vida de Dios como nos la ha revelado Jesucristo en sus palabras, principalmente en su oración: <em>“Padre, que ellos sean uno como nosotros somos uno”</em> (Jn. 17, 21). La Iglesia está llamada a ser la expresión visible en el mundo de esta vida de comunión en Dios. Esta es, precisamente, la obra del Espíritu Santo como alma de la Iglesia. Cuando perdemos de vista esta realidad teológica corremos el peligro de hacer una Iglesia a nuestra medida, que termina siendo una expresión débil o una suerte de ideología política, que no es la Iglesia de Jesucristo, por ello no despierta ni trasmite la fe. En cambio, cuando su fuente es la vida de comunión en Dios, ella nos muestra un camino nuevo de vida. Así concluye la oración de Jesús: <em>“que sean uno para que el mundo crea”</em>. La vida de comunión, que es expresión de nuestra fe en el Dios Uno y Trino, se convierte en principio y signo de una Iglesia misionera.</p> <p style="text-align: justify;">Un modo de actualizar esta conciencia es valorar el significado que tiene el persignarnos, es decir, hacerlo de un modo más reflexivo y religioso. Nos signamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en él hemos sido bautizados y en él estamos llamados a vivir nuestra fe. Cuántas veces es un acto rápido y casi mecánico que no eleva nuestro espíritu al ámbito de la fe, y corremos el peligro de hacer de la oración un diálogo con nosotros mismos y no abiertos a la escucha del Dios que nos ama, nos habla y nos sana.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 19 de mayo de 2018 - Pentecostés 2018-05-17T10:32:01Z 2018-05-17T10:32:01Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1678-19-de-mayo-de-2018-pentecostes Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_14.jpg" alt="" width="509" height="283" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />PENTECOSTÉS</p> <p style="text-align: justify;">Con el envío del Espíritu Santo en Pentecostés se concluye la misión de Jesucristo, que fue enviado para realizar una Alianza nueva y definitiva entre Dios y el hombre. La novedad de esta Alianza es que no está dada en términos de una ley exterior al hombre que debe observar, sino como una presencia interior que lo mueve a vivir de acuerdo a la voluntad de Dios expresada en su Palabra. Podemos decir que el Espíritu Santo viene a interiorizar como gracia la obra de Nuestro Señor Jesucristo. Esto lo expresaba de un modo muy claro san Agustín, cuando decía: “Señor, no me des un mandamiento que no lo puedo cumplir, dame tu gracia (tu Espíritu), y después pídeme lo que quieras” (cfr. Confesiones). Así lo decimos en nuestras oraciones: “Ven Espíritu Santo, llena el corazón de tus fieles”. El Espíritu Santo viene para hacer realidad en nosotros la Pascua de Jesucristo. La misma letra del Evangelio sino se convierte en gracia por el don del Espíritu, es solo letra.</p> <p style="text-align: justify;">Con la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés nace la Iglesia, que ya había sido instituida por Jesucristo, pero le faltaba esta presencia prometida. La espera de los apóstoles junto a la presencia de la Virgen María, se convierte en Pentecostés en un acontecimiento que todo lo cambia, que los transforma y los hace testigos ante el mundo. Ahora comprenden el evangelio y las palabras de Jesús cuando les hablaba de instituir la Iglesia como una comunidad viva y los enviaba a evangelizar. Conocían el evangelio, podemos decir, pero aún no habían recibido la fuerza del Espíritu Santo para comprenderlo; por ello decimos que el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia y su principio de permanente de renovación. Él nos convierte: <em>“a manera de piedras vivas, edificados como una casa espiritual… Ustedes,</em> (nos dice san Pedro),<em> son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable”</em> (1 Pe. 2, 5-9).</p> <p style="text-align: justify;">Esta presencia del Espíritu Santo sigue siendo actual y busca orientar nuestra mirada y nuestros pasos hacia Jesucristo. No le corresponde a él revelarnos un nuevo mensaje o un nuevo evangelio, sí hacernos comprender el único evangelio de Jesucristo y darnos la fuerza para vivirlo. El fruto del Espíritu es, nos dice san Pablo: <em>“amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia”</em> (Gal. 5, 22). El signo de su presencia en la Iglesia es el espíritu de comunión y de misión.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_14.jpg" alt="" width="509" height="283" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />PENTECOSTÉS</p> <p style="text-align: justify;">Con el envío del Espíritu Santo en Pentecostés se concluye la misión de Jesucristo, que fue enviado para realizar una Alianza nueva y definitiva entre Dios y el hombre. La novedad de esta Alianza es que no está dada en términos de una ley exterior al hombre que debe observar, sino como una presencia interior que lo mueve a vivir de acuerdo a la voluntad de Dios expresada en su Palabra. Podemos decir que el Espíritu Santo viene a interiorizar como gracia la obra de Nuestro Señor Jesucristo. Esto lo expresaba de un modo muy claro san Agustín, cuando decía: “Señor, no me des un mandamiento que no lo puedo cumplir, dame tu gracia (tu Espíritu), y después pídeme lo que quieras” (cfr. Confesiones). Así lo decimos en nuestras oraciones: “Ven Espíritu Santo, llena el corazón de tus fieles”. El Espíritu Santo viene para hacer realidad en nosotros la Pascua de Jesucristo. La misma letra del Evangelio sino se convierte en gracia por el don del Espíritu, es solo letra.</p> <p style="text-align: justify;">Con la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés nace la Iglesia, que ya había sido instituida por Jesucristo, pero le faltaba esta presencia prometida. La espera de los apóstoles junto a la presencia de la Virgen María, se convierte en Pentecostés en un acontecimiento que todo lo cambia, que los transforma y los hace testigos ante el mundo. Ahora comprenden el evangelio y las palabras de Jesús cuando les hablaba de instituir la Iglesia como una comunidad viva y los enviaba a evangelizar. Conocían el evangelio, podemos decir, pero aún no habían recibido la fuerza del Espíritu Santo para comprenderlo; por ello decimos que el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia y su principio de permanente de renovación. Él nos convierte: <em>“a manera de piedras vivas, edificados como una casa espiritual… Ustedes,</em> (nos dice san Pedro),<em> son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable”</em> (1 Pe. 2, 5-9).</p> <p style="text-align: justify;">Esta presencia del Espíritu Santo sigue siendo actual y busca orientar nuestra mirada y nuestros pasos hacia Jesucristo. No le corresponde a él revelarnos un nuevo mensaje o un nuevo evangelio, sí hacernos comprender el único evangelio de Jesucristo y darnos la fuerza para vivirlo. El fruto del Espíritu es, nos dice san Pablo: <em>“amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia”</em> (Gal. 5, 22). El signo de su presencia en la Iglesia es el espíritu de comunión y de misión.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 12 de mayo de 2018 - La Ascensión del Señor 2018-05-10T10:51:30Z 2018-05-10T10:51:30Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1676-12-de-mayo-de-2018-la-ascension-del-senor Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_13.jpg" alt="" width="559" height="262" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 10px;" />LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR</p> <p style="text-align: justify;">Con la celebración de la Ascensión del Señor se cierra el tiempo pascual y nos abrimos a la espera del Espíritu Santo prometido, que celebraremos en Pentecostés. Jesucristo vuelve junto al Padre pero ya no solo como vino, sino como cabeza de un pueblo redimido. Es la fiesta de la esperanza de los que creemos en el triunfo de Jesucristo en la Pascua. Nos alegramos también por él, porque ha cumplido la voluntad de su Padre que era su alimento, ahora vuele junto a él pero manteniendo su promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo. Como vemos, la fe cristiana no se apoya en el recuerdo de alguien que vivió en otro tiempo y nos dejó una enseñanza, sino la certeza de su presencia actual que nos abre a una vida nueva de comunión con él.</p> <p style="text-align: justify;">El día de su Ascensión Jesús al despedirse de los apóstoles les deja una misión de alcance universal: <em>“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, les dice, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”</em> (Mt. 28, 19-20). Toda su vida fue una misión, es más, la razón de su envío es misionera: <em>“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo… no para juzgarlo sino para que el mundo se salve por él”</em> (Jn. 3, 16). Esta es la fuente de la universalidad de su mensaje. En la persona de Jesús tomamos contacto con Dios, Padre y Creador de todos los hombres. El horizonte de su venida y predicación es universal, no está reducido a un pueblo o a una raza, por ello, la misión no es un agregado para la Iglesia, sino su verdad más profunda, siempre está llamada a ser una <em>“Iglesia en salida”</em>, nos diría Francisco.</p> <p style="text-align: justify;">Jesucristo no nos deja la misión como un mandato que debemos cumplir y se desentiende de nosotros, por el contrario, nos asegura su presencia: <em>“estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”</em>, nos dice. ¿Cómo está presente, hoy? Esta es la misión propia del Espíritu Santo que nos comunica su presencia como una gracia que transforma nuestra vida y nos acompaña. Entramos en el ámbito de la fe que se apoya en la palabra y la promesa de Jesucristo, es en este sentido que la carta a los Hebreos afirma con claridad: <em>“Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús”</em> (Heb. 12, 2).</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_13.jpg" alt="" width="559" height="262" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 10px;" />LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR</p> <p style="text-align: justify;">Con la celebración de la Ascensión del Señor se cierra el tiempo pascual y nos abrimos a la espera del Espíritu Santo prometido, que celebraremos en Pentecostés. Jesucristo vuelve junto al Padre pero ya no solo como vino, sino como cabeza de un pueblo redimido. Es la fiesta de la esperanza de los que creemos en el triunfo de Jesucristo en la Pascua. Nos alegramos también por él, porque ha cumplido la voluntad de su Padre que era su alimento, ahora vuele junto a él pero manteniendo su promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo. Como vemos, la fe cristiana no se apoya en el recuerdo de alguien que vivió en otro tiempo y nos dejó una enseñanza, sino la certeza de su presencia actual que nos abre a una vida nueva de comunión con él.</p> <p style="text-align: justify;">El día de su Ascensión Jesús al despedirse de los apóstoles les deja una misión de alcance universal: <em>“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, les dice, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”</em> (Mt. 28, 19-20). Toda su vida fue una misión, es más, la razón de su envío es misionera: <em>“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo… no para juzgarlo sino para que el mundo se salve por él”</em> (Jn. 3, 16). Esta es la fuente de la universalidad de su mensaje. En la persona de Jesús tomamos contacto con Dios, Padre y Creador de todos los hombres. El horizonte de su venida y predicación es universal, no está reducido a un pueblo o a una raza, por ello, la misión no es un agregado para la Iglesia, sino su verdad más profunda, siempre está llamada a ser una <em>“Iglesia en salida”</em>, nos diría Francisco.</p> <p style="text-align: justify;">Jesucristo no nos deja la misión como un mandato que debemos cumplir y se desentiende de nosotros, por el contrario, nos asegura su presencia: <em>“estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”</em>, nos dice. ¿Cómo está presente, hoy? Esta es la misión propia del Espíritu Santo que nos comunica su presencia como una gracia que transforma nuestra vida y nos acompaña. Entramos en el ámbito de la fe que se apoya en la palabra y la promesa de Jesucristo, es en este sentido que la carta a los Hebreos afirma con claridad: <em>“Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús”</em> (Heb. 12, 2).</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 05 de mayo de 2018 - Ustedes son mis amigos 2018-05-04T10:22:32Z 2018-05-04T10:22:32Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1675-05-de-mayo-de-2018-ustedes-son-mis-amigos Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_12.jpg" alt="" width="517" height="323" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />USTEDES SON MIS AMIGOS</p> <p style="text-align: justify;">En este 6° domingo de Pascua Jesucristo nos abre la intimidad de su corazón y nos llama amigos: <em>“Ustedes son mis amigos…</em>nos dice, <em>yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”</em> (Jn. 15, 15). Podríamos decir que Jesucristo achica la relación del hombre con Dios, instaura un nuevo modo de relacionarnos con él. Jesucristo ha sido enviado para revelarnos la cercanía de Dios. Este es uno de los misterios centrales de la fe cristiana, Dios se ha hecho hombre, se ha encarnado, ha asumido la condición humana para salvarla. Esto, sin embargo, no lo hace sin contar con nosotros. Dios se ha hecho hombre en Jesucristo, para que el hombre encuentre en él el sentido de su vida. El Concilio Vaticano II nos dice: “el misterio del hombre solo se ilumina a la luz de Jesucristo”.</p> <p style="text-align: justify;">Este camino de amistad con Jesucristo tiene una certeza y uno pasos que debemos estar dispuestos a transitar, no es algo mágico. La certeza es que él nos amó primero, es decir, hay algo que pone primero Dios:<em> “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes”</em> (Jn. 15, 16). Es importante, sabernos amados y elegidos, ¿quiénes?, todos. Puede haber una elección para una misión especial, por ejemplo los apóstoles, pero en el ofrecimiento de esta amistad, todos estamos incluidos. Cuando no partimos de esta verdad de nuestra condición de criaturas, corremos el peligro de crear un dios a nuestra medida a quien, luego, pensamos que le obedecemos. El mejor camino para escucharlo a Dios es escucharlo a Jesucristo: <em>“porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”.</em></p> <p style="text-align: justify;">A esta primera certeza le deben seguir otros pasos. Les hablaría del discipulado, es decir, de una relación que se inicia en la escucha y va creando el clima necesario para ir creciendo en la amistad con el Señor. Si falta este proceso el encuentro puede ser pasajero, no tener profundidad. Hay una cultura del presente que nos puede aislar de un camino a seguir, que solo crea relaciones fugaces. El discipulado, en cambio, va profundizando la relación con el Señor, nos dispone a un camino que va echando raíces y tiene un futuro cierto. En este contexto, podremos escuchar y comprender lo que les termina diciendo: <em>“yo los elegí….y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero”</em> (Jn. 15, 16). El discipulado concluye en una misión que da sentido a la vida.</p> <p>Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p>Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_12.jpg" alt="" width="517" height="323" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />USTEDES SON MIS AMIGOS</p> <p style="text-align: justify;">En este 6° domingo de Pascua Jesucristo nos abre la intimidad de su corazón y nos llama amigos: <em>“Ustedes son mis amigos…</em>nos dice, <em>yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”</em> (Jn. 15, 15). Podríamos decir que Jesucristo achica la relación del hombre con Dios, instaura un nuevo modo de relacionarnos con él. Jesucristo ha sido enviado para revelarnos la cercanía de Dios. Este es uno de los misterios centrales de la fe cristiana, Dios se ha hecho hombre, se ha encarnado, ha asumido la condición humana para salvarla. Esto, sin embargo, no lo hace sin contar con nosotros. Dios se ha hecho hombre en Jesucristo, para que el hombre encuentre en él el sentido de su vida. El Concilio Vaticano II nos dice: “el misterio del hombre solo se ilumina a la luz de Jesucristo”.</p> <p style="text-align: justify;">Este camino de amistad con Jesucristo tiene una certeza y uno pasos que debemos estar dispuestos a transitar, no es algo mágico. La certeza es que él nos amó primero, es decir, hay algo que pone primero Dios:<em> “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes”</em> (Jn. 15, 16). Es importante, sabernos amados y elegidos, ¿quiénes?, todos. Puede haber una elección para una misión especial, por ejemplo los apóstoles, pero en el ofrecimiento de esta amistad, todos estamos incluidos. Cuando no partimos de esta verdad de nuestra condición de criaturas, corremos el peligro de crear un dios a nuestra medida a quien, luego, pensamos que le obedecemos. El mejor camino para escucharlo a Dios es escucharlo a Jesucristo: <em>“porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”.</em></p> <p style="text-align: justify;">A esta primera certeza le deben seguir otros pasos. Les hablaría del discipulado, es decir, de una relación que se inicia en la escucha y va creando el clima necesario para ir creciendo en la amistad con el Señor. Si falta este proceso el encuentro puede ser pasajero, no tener profundidad. Hay una cultura del presente que nos puede aislar de un camino a seguir, que solo crea relaciones fugaces. El discipulado, en cambio, va profundizando la relación con el Señor, nos dispone a un camino que va echando raíces y tiene un futuro cierto. En este contexto, podremos escuchar y comprender lo que les termina diciendo: <em>“yo los elegí….y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero”</em> (Jn. 15, 16). El discipulado concluye en una misión que da sentido a la vida.</p> <p>Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p>Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 28 de abril de 2018 - Permanecer en el Señor 2018-04-26T10:30:12Z 2018-04-26T10:30:12Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1670-28-de-abril-de-2018-permanecer-en-el-senor Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_11.jpg" alt="" width="536" height="340" style="margin-bottom: 8px;" /></p> <p style="text-align: center;">PERMANECER EN EL SEÑOR</p> <p style="text-align: justify;">El Señor nos presenta una de las parábolas más significativas y claras para expresar la vida de un cristiano. Todo gira en torno al encuentro y a la permanencia junto a él. La imagen que utiliza es la viña: <em>“Yo soy la vid, dice, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”</em> (Jn. 15, 5). Como vemos, no se trata solo de una doctrina que debemos conocer sino de un encuentro que nos comunica su vida y está llamado a prolongarse en el tiempo. Este encuentro forma parte de la doctrina que él nos enseña, pero sin esta comunión de vida la doctrina carece de lo principal, puede quedar como una letra muerta.</p> <p style="text-align: justify;">La pregunta que nos debemos hacer es ¿dónde me encuentro hoy con Jesucristo?, o también, ¿cómo mantengo viva esa relación con él? Al cristianismo se lo conocía en los primeros siglos más que como una religión como un camino, que tenía su fuente y su esperanza en Jesucristo. Es decir, no era algo de un momento que pasa, sino una realidad permanente que nos acompaña y nos orienta hacia una plenitud de vida. Diríamos que no era un hoy sin mañana, sino un presente con horizonte de eternidad. Se vivía la certeza de la presencia viva de Jesucristo, de su Pascua, que se la celebraba cada domingo. Esta imagen de la vid y los sarmientos tiene en san Juan un profundo sentido sacramental. Podemos decir que su evangelio es el fundamento litúrgico de la vida de una comunidad.</p> <p style="text-align: justify;">Este permanecer con el Señor se inicia en la fe, se alimenta en su Palabra y se lo celebra en la Eucaristía. Hay una profunda relación entre Fe, Palabra y Eucaristía. En este sentido es muy claro el Concilio Vaticano II cuando nos habla de la eucaristía y la llama: <em>“fuente y cumbre”</em> de la vida cristiana. La Misa no es reunión social sino celebrar en comunidad la presencia actual de Jesucristo, en la que nos comunica su vida. Por ello, podemos decir, que una fe que no se celebra, que no hace memoria de lo que cree, termina quedando en una doctrina que va perdiendo esa savia que nos une a la vid, a Jesucristo. Cuando creemos en esto y vemos que la participación en la Misa dominical disminuye, es una señal que nos debe preocupar. Hay un esfuerzo muy grande en la catequesis que busca, precisamente, iniciar a la familia y al hijo, en la vida de una comunidad que celebra su fe.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_11.jpg" alt="" width="536" height="340" style="margin-bottom: 8px;" /></p> <p style="text-align: center;">PERMANECER EN EL SEÑOR</p> <p style="text-align: justify;">El Señor nos presenta una de las parábolas más significativas y claras para expresar la vida de un cristiano. Todo gira en torno al encuentro y a la permanencia junto a él. La imagen que utiliza es la viña: <em>“Yo soy la vid, dice, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”</em> (Jn. 15, 5). Como vemos, no se trata solo de una doctrina que debemos conocer sino de un encuentro que nos comunica su vida y está llamado a prolongarse en el tiempo. Este encuentro forma parte de la doctrina que él nos enseña, pero sin esta comunión de vida la doctrina carece de lo principal, puede quedar como una letra muerta.</p> <p style="text-align: justify;">La pregunta que nos debemos hacer es ¿dónde me encuentro hoy con Jesucristo?, o también, ¿cómo mantengo viva esa relación con él? Al cristianismo se lo conocía en los primeros siglos más que como una religión como un camino, que tenía su fuente y su esperanza en Jesucristo. Es decir, no era algo de un momento que pasa, sino una realidad permanente que nos acompaña y nos orienta hacia una plenitud de vida. Diríamos que no era un hoy sin mañana, sino un presente con horizonte de eternidad. Se vivía la certeza de la presencia viva de Jesucristo, de su Pascua, que se la celebraba cada domingo. Esta imagen de la vid y los sarmientos tiene en san Juan un profundo sentido sacramental. Podemos decir que su evangelio es el fundamento litúrgico de la vida de una comunidad.</p> <p style="text-align: justify;">Este permanecer con el Señor se inicia en la fe, se alimenta en su Palabra y se lo celebra en la Eucaristía. Hay una profunda relación entre Fe, Palabra y Eucaristía. En este sentido es muy claro el Concilio Vaticano II cuando nos habla de la eucaristía y la llama: <em>“fuente y cumbre”</em> de la vida cristiana. La Misa no es reunión social sino celebrar en comunidad la presencia actual de Jesucristo, en la que nos comunica su vida. Por ello, podemos decir, que una fe que no se celebra, que no hace memoria de lo que cree, termina quedando en una doctrina que va perdiendo esa savia que nos une a la vid, a Jesucristo. Cuando creemos en esto y vemos que la participación en la Misa dominical disminuye, es una señal que nos debe preocupar. Hay un esfuerzo muy grande en la catequesis que busca, precisamente, iniciar a la familia y al hijo, en la vida de una comunidad que celebra su fe.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Administrador Apostólico de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 21 de abril de 2018 - El buen pastor 2018-04-19T10:30:53Z 2018-04-19T10:30:53Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1665-21-de-abril-de-2018-el-buen-pastor Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_10.jpg" alt="" width="526" height="341" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 10px;" />EL BUEN PASTOR</p> <p style="text-align: justify;">En este 4° domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia celebra la <strong>Jornada Mundial de oración por las vocaciones</strong>. Si bien la vocación a la vida sacerdotal o consagrada es algo personal, ello no significa que sea algo privado, compromete a toda la Iglesia. Así les decía Jesús a sus discípulos: <em>“La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha”</em> (Mt. 9, 37-38). Esto nos habla de que la vocación tiene su fuente solo en Dios que es quien llama y a un joven mueve a seguir a su Hijo. Podemos decir que es Jesús el que nos dirige su palabra y nos muestra el camino para seguirlo. Escucharlo y tomar la decisión de seguirlo es un acto personal en la que toda la Iglesia está involucrada.</p> <p style="text-align: justify;">Esto significa que la vocación tiene en Jesucristo su fuente cercana y su modelo único. No podemos crear la vocación sacerdotal ni darle un contenido propio, la recibimos como un llamado y nos toca a nosotros hacerla realidad, darle vida desde el espíritu del Evangelio, pero con nuestra personalidad y en nuestra época. No se trata de imitar sino de encarnar la vida y el mensaje de Jesucristo sacerdote en el hoy de nuestra historia. Por ello, el sacerdocio es una vocación siempre nueva y actual porque está llamada a vivirse como una configuración a Cristo:<em> “que es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre”</em> (Heb. 13, 8). Es para el sacerdote un camino creativo de realización personal y eclesial.</p> <p style="text-align: justify;">La imagen que nos presenta Jesucristo y con la que él se identifica es la del <strong>Buen Pastor</strong>, a la que siempre debemos volver (Jn. 10, 11 -18). El Buen Pastor, nos dice, da su vida nadie se la quita, conoce a las ovejas, ellas lo conocen, las cuida, las alimenta, sana a las heridas…, por ello debemos decir que la vida del Pastor se identifica con su misión. Se trata de una vocación de entrega totalizante, en ello está su verdad, realización y alegría. Esto implica un claro discernimiento de la vocación, que no es algo “para un tiempo”, Jesús nos llama para siempre. Aquí vemos la importancia del Seminario como un tiempo de oración e intimidad con el Señor, de reflexión y libertad, de madurez humana, espiritual y eclesial. Toda la Iglesia está invitada a ser parte de este camino de Dios que se concretiza en cada joven que se siente llamado por el Señor para seguirlo.</p> <p>Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_10.jpg" alt="" width="526" height="341" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 10px;" />EL BUEN PASTOR</p> <p style="text-align: justify;">En este 4° domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia celebra la <strong>Jornada Mundial de oración por las vocaciones</strong>. Si bien la vocación a la vida sacerdotal o consagrada es algo personal, ello no significa que sea algo privado, compromete a toda la Iglesia. Así les decía Jesús a sus discípulos: <em>“La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha”</em> (Mt. 9, 37-38). Esto nos habla de que la vocación tiene su fuente solo en Dios que es quien llama y a un joven mueve a seguir a su Hijo. Podemos decir que es Jesús el que nos dirige su palabra y nos muestra el camino para seguirlo. Escucharlo y tomar la decisión de seguirlo es un acto personal en la que toda la Iglesia está involucrada.</p> <p style="text-align: justify;">Esto significa que la vocación tiene en Jesucristo su fuente cercana y su modelo único. No podemos crear la vocación sacerdotal ni darle un contenido propio, la recibimos como un llamado y nos toca a nosotros hacerla realidad, darle vida desde el espíritu del Evangelio, pero con nuestra personalidad y en nuestra época. No se trata de imitar sino de encarnar la vida y el mensaje de Jesucristo sacerdote en el hoy de nuestra historia. Por ello, el sacerdocio es una vocación siempre nueva y actual porque está llamada a vivirse como una configuración a Cristo:<em> “que es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre”</em> (Heb. 13, 8). Es para el sacerdote un camino creativo de realización personal y eclesial.</p> <p style="text-align: justify;">La imagen que nos presenta Jesucristo y con la que él se identifica es la del <strong>Buen Pastor</strong>, a la que siempre debemos volver (Jn. 10, 11 -18). El Buen Pastor, nos dice, da su vida nadie se la quita, conoce a las ovejas, ellas lo conocen, las cuida, las alimenta, sana a las heridas…, por ello debemos decir que la vida del Pastor se identifica con su misión. Se trata de una vocación de entrega totalizante, en ello está su verdad, realización y alegría. Esto implica un claro discernimiento de la vocación, que no es algo “para un tiempo”, Jesús nos llama para siempre. Aquí vemos la importancia del Seminario como un tiempo de oración e intimidad con el Señor, de reflexión y libertad, de madurez humana, espiritual y eclesial. Toda la Iglesia está invitada a ser parte de este camino de Dios que se concretiza en cada joven que se siente llamado por el Señor para seguirlo.</p> <p>Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 14 de abril de 2018 - Fiesta de Guadalupe 2018-04-12T10:18:41Z 2018-04-12T10:18:41Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1661-14-de-abril-de-2018-fiesta-de-guadalupe Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_09.jpg" alt="" width="526" height="414" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />FIESTA DE GUADALUPE</p> <p style="text-align: justify;">Como todos los años nos reunimos para celebrar a nuestra Madre y Patrona de Santa Fe, Nuestra Señora de Guadalupe. No es una Fiesta más para los santafesinos, es un momento de encuentro a los pies de su Santuario para renovar nuestro amor a María y fortalecer nuestra fe en Jesucristo. No podemos separarla de su Hijo, ella nos preguntaría por él y nos reclamaría que lo siguiéramos en nuestra vida. En este día queremos detener nuestra mirada en ella a quien venimos a agradecerle y a pedirle que nos siga acompañando. ¡Cuánta certeza nos da acercarnos a su Santuario para hablarle con la confianza de un hijo! Llegar a Guadalupe nos hace bien, sabemos que Ella nos espera y que tiene algo para decirnos en la intimidad de la oración.</p> <p style="text-align: justify;">Este año peregrinamos bajo el lema: <strong>Madre de Guadalupe, que seamos una Iglesia misionera</strong>. Le pedimos lo que nos pediría Jesucristo a cada uno de nosotros como miembros de su Iglesia. Ser cristiano es ser misionero, es decir, es ser alguien que ha recibido un mensaje y sabe que está llamado a comunicarlo. Una Iglesia que no viva la urgencia de evangelizar no es la Iglesia que quiso Jesucristo, no es una Iglesia “en salida” nos diría Francisco. Qué triste cuando el rostro de la Iglesia se va desdibujando en un grupo de personas que cumplen y se sienten satisfechas, pero han ido perdiendo el sentido del fervor misionero. Renovar este espíritu es una tarea permanente en la Iglesia que nos debe llevar a examinar nuestra fe en el compromiso con el proyecto de Jesucristo.</p> <p style="text-align: justify;">Este año nuestro peregrinar a Guadalupe adquiere un significado particular porque vamos a vivir en nuestra Patria momentos en lo que se va a definir el tema del aborto. No es un tema menor, debemos asumir una decisión clara. La defensa de la vida presenta una dimensión humana, científica y moral que nos compromete desde nuestra fe en un Dios creador, que nos manifestó en su Hijo, Jesucristo, el sentido pleno y la dignidad vinculante de toda vida humana desde su concepción y a lo largo de toda su existencia. Defendemos la vida de la madre y el hijo. El aborto nunca es una solución, siempre será un drama. Quiero volver a poner en este día a los pies de María Santísima, Nuestra Madre de Guadalupe, el cuidado de la vida en nuestra Patria.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_09.jpg" alt="" width="526" height="414" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />FIESTA DE GUADALUPE</p> <p style="text-align: justify;">Como todos los años nos reunimos para celebrar a nuestra Madre y Patrona de Santa Fe, Nuestra Señora de Guadalupe. No es una Fiesta más para los santafesinos, es un momento de encuentro a los pies de su Santuario para renovar nuestro amor a María y fortalecer nuestra fe en Jesucristo. No podemos separarla de su Hijo, ella nos preguntaría por él y nos reclamaría que lo siguiéramos en nuestra vida. En este día queremos detener nuestra mirada en ella a quien venimos a agradecerle y a pedirle que nos siga acompañando. ¡Cuánta certeza nos da acercarnos a su Santuario para hablarle con la confianza de un hijo! Llegar a Guadalupe nos hace bien, sabemos que Ella nos espera y que tiene algo para decirnos en la intimidad de la oración.</p> <p style="text-align: justify;">Este año peregrinamos bajo el lema: <strong>Madre de Guadalupe, que seamos una Iglesia misionera</strong>. Le pedimos lo que nos pediría Jesucristo a cada uno de nosotros como miembros de su Iglesia. Ser cristiano es ser misionero, es decir, es ser alguien que ha recibido un mensaje y sabe que está llamado a comunicarlo. Una Iglesia que no viva la urgencia de evangelizar no es la Iglesia que quiso Jesucristo, no es una Iglesia “en salida” nos diría Francisco. Qué triste cuando el rostro de la Iglesia se va desdibujando en un grupo de personas que cumplen y se sienten satisfechas, pero han ido perdiendo el sentido del fervor misionero. Renovar este espíritu es una tarea permanente en la Iglesia que nos debe llevar a examinar nuestra fe en el compromiso con el proyecto de Jesucristo.</p> <p style="text-align: justify;">Este año nuestro peregrinar a Guadalupe adquiere un significado particular porque vamos a vivir en nuestra Patria momentos en lo que se va a definir el tema del aborto. No es un tema menor, debemos asumir una decisión clara. La defensa de la vida presenta una dimensión humana, científica y moral que nos compromete desde nuestra fe en un Dios creador, que nos manifestó en su Hijo, Jesucristo, el sentido pleno y la dignidad vinculante de toda vida humana desde su concepción y a lo largo de toda su existencia. Defendemos la vida de la madre y el hijo. El aborto nunca es una solución, siempre será un drama. Quiero volver a poner en este día a los pies de María Santísima, Nuestra Madre de Guadalupe, el cuidado de la vida en nuestra Patria.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 07 de abril de 2018 - Domingo de la Misericordia 2018-04-05T10:24:26Z 2018-04-05T10:24:26Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1660-07-de-abril-de-2018-domingo-de-la-misericordia Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_08.jpg" alt="" width="536" height="268" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />DOMINGO DE LA MISERICORDIA</p> <p style="text-align: justify;">En este segundo domingo de Pascua la Iglesia nos invita a celebrar la Fiesta de la Misericordia. En ella contemplamos el amor de Dios, que hemos conocido en Jesucristo, y en el que se nos manifiesta su misericordia, que es un amor que se abaja, que nos ama en nuestra pequeñez, aún en el pecado, para acompañarnos y sanarnos. No es un amor que nos mira con lástima y nos deja en nuestra miseria, todo lo contrario, él ve en nosotros al hijo que ama y lo ayuda a recuperar su condición y dignidad de hijo de Dios. Es la alegría del Padre del hijo pródigo, al que espera y lo abraza. No mira primero el pecado, ni la distancia que lo apartó, sino su regreso. La misericordia es la Fiesta del amor de Dios.</p> <p style="text-align: justify;">Una característica de este amor es que es creativo, siempre nuevo y permanente, porque tiene su fuente en Dios: <em>“que no abandona la obra de sus manos”</em> (Sal 138). No es un amor que se mueve hacia aquello que lo atrae, sino que hace atractivo lo que ama. El amor verdadero es creador, pone en el otro una riqueza que lo hace crecer. Esta experiencia la podemos ver, incluso, en nuestras relaciones, cuánta gente vive la angustia de no sentirse amada, o amadas por un amor absorbente y posesivo que las utiliza y les quita libertad. ¡Qué triste cuando una maestra nos dice: este chico es carenciado porque no ha sido amado! El auténtico amor nos enriquece, va creando en nosotros la conciencia de una autoestima que nos hace libres. Doy gracias a Dios de haber sido amado por mis padres.</p> <p style="text-align: justify;">En el evangelio de este domingo Jesús se presenta a sus discípulos para confirmarlos en la fe en su resurrección que inaugura el tiempo nuevo y definitivo de la Alianza de Dios con el hombre: Jesucristo vive junto a Dios y permanece con nosotros. Nuestra fe se apoya en esta certeza, que es el fundamento que sostiene nuestra esperanza, no caminamos solos. San Juan relata este encuentro con el Señor, en estos términos: <em>“¡La paz esté con ustedes! Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor”</em> (Jn. 20, 20). Les muestra las señales de su amor y entrega por nosotros. Al mismo tiempo, los envía para dar testimonio de este acontecimiento al mundo: <em>“Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”</em> (Jn. 20, 21).</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_08.jpg" alt="" width="536" height="268" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />DOMINGO DE LA MISERICORDIA</p> <p style="text-align: justify;">En este segundo domingo de Pascua la Iglesia nos invita a celebrar la Fiesta de la Misericordia. En ella contemplamos el amor de Dios, que hemos conocido en Jesucristo, y en el que se nos manifiesta su misericordia, que es un amor que se abaja, que nos ama en nuestra pequeñez, aún en el pecado, para acompañarnos y sanarnos. No es un amor que nos mira con lástima y nos deja en nuestra miseria, todo lo contrario, él ve en nosotros al hijo que ama y lo ayuda a recuperar su condición y dignidad de hijo de Dios. Es la alegría del Padre del hijo pródigo, al que espera y lo abraza. No mira primero el pecado, ni la distancia que lo apartó, sino su regreso. La misericordia es la Fiesta del amor de Dios.</p> <p style="text-align: justify;">Una característica de este amor es que es creativo, siempre nuevo y permanente, porque tiene su fuente en Dios: <em>“que no abandona la obra de sus manos”</em> (Sal 138). No es un amor que se mueve hacia aquello que lo atrae, sino que hace atractivo lo que ama. El amor verdadero es creador, pone en el otro una riqueza que lo hace crecer. Esta experiencia la podemos ver, incluso, en nuestras relaciones, cuánta gente vive la angustia de no sentirse amada, o amadas por un amor absorbente y posesivo que las utiliza y les quita libertad. ¡Qué triste cuando una maestra nos dice: este chico es carenciado porque no ha sido amado! El auténtico amor nos enriquece, va creando en nosotros la conciencia de una autoestima que nos hace libres. Doy gracias a Dios de haber sido amado por mis padres.</p> <p style="text-align: justify;">En el evangelio de este domingo Jesús se presenta a sus discípulos para confirmarlos en la fe en su resurrección que inaugura el tiempo nuevo y definitivo de la Alianza de Dios con el hombre: Jesucristo vive junto a Dios y permanece con nosotros. Nuestra fe se apoya en esta certeza, que es el fundamento que sostiene nuestra esperanza, no caminamos solos. San Juan relata este encuentro con el Señor, en estos términos: <em>“¡La paz esté con ustedes! Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor”</em> (Jn. 20, 20). Les muestra las señales de su amor y entrega por nosotros. Al mismo tiempo, los envía para dar testimonio de este acontecimiento al mundo: <em>“Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”</em> (Jn. 20, 21).</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> 31 de marzo de 2018 - Domingo de Pascua 2018-03-30T11:55:57Z 2018-03-30T11:55:57Z http://arquisantafe.org.ar/index.php/remository/nuestros-obispos/jose-maria-arancedo/desde-el-evangelio/1657-31-de-marzo-de-2018-domingo-de-pascua Administrator dbertone@arquisantafe.org.ar <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_07.jpg" alt="" width="540" height="312" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />DOMINGO DE PASCUA</p> <p style="text-align: justify;">Celebremos con gozo la Pascua del Señor que es el camino hacia una Vida Nueva y a una esperanza que no conoce el ocaso de la muerte. Cristo ha resucitado, es la certeza de que el bien ha triunfado sobre el mal y de que nuestra vida tiene un sentido que trasciende a la muerte. No somos algo más en la creación. En la Pascua se cumple el motivo del envío de Jesucristo al mundo: <em>“Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna”</em> (Jn. 2, 16). Este acto del amor de Dios hace de la Pascua un hecho universal, no reducido a un grupo determinado. El don que nos trae Jesucristo no es algo automático, necesita de nuestra libertad.</p> <p style="text-align: justify;">Llegamos al conocimiento de este hecho, la resurrección de Cristo, por el testimonio, en primer lugar, de él mismo que nos lo anunció en el Evangelio, pero también, por el testimonio de quienes lo vieron y trasmitieron. Así, el acto de fe que nos lleva al encuentro con Jesucristo y nos abre a su gracia, se apoya en el testimonio. Es la experiencia de María Magdalena ante el sepulcro vacío, a la que el Señor con su palabra le da el sentido y la misión de la Pascua:<em> “Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes. María fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho estas palabras”</em> (Jn. 20, 17). Una mujer, María Magdalena, fue la primera en anunciar a los apóstoles la resurrección de Jesucristo.</p> <p style="text-align: justify;">San Pablo va a reafirmar este camino de la fe cuando le dice a los romanos: <em>Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía?</em> (Rom. 10, 14). La fe, como vemos, se trasmite por la predicación y es, por ello, un don y una tarea que nos compromete. Es más, si no vivimos y predicamos a Jesucristo lo terminaremos perdiendo, él no ha venido para un grupo exclusivo sino para todos. No somos dueños de la fe en Jesucristo, somos sus discípulos y misioneros para nuestros hermanos. Vivamos con alegría la celebración de la Pascua, que es la fuente que da sentido a nuestra vida.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p> <p style="text-align: center;"><img src="http://arquisantafe.org.ar//nuevoboletin/2018_07.jpg" alt="" width="540" height="312" style="display: block; margin-left: auto; margin-right: auto; margin-bottom: 8px;" />DOMINGO DE PASCUA</p> <p style="text-align: justify;">Celebremos con gozo la Pascua del Señor que es el camino hacia una Vida Nueva y a una esperanza que no conoce el ocaso de la muerte. Cristo ha resucitado, es la certeza de que el bien ha triunfado sobre el mal y de que nuestra vida tiene un sentido que trasciende a la muerte. No somos algo más en la creación. En la Pascua se cumple el motivo del envío de Jesucristo al mundo: <em>“Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna”</em> (Jn. 2, 16). Este acto del amor de Dios hace de la Pascua un hecho universal, no reducido a un grupo determinado. El don que nos trae Jesucristo no es algo automático, necesita de nuestra libertad.</p> <p style="text-align: justify;">Llegamos al conocimiento de este hecho, la resurrección de Cristo, por el testimonio, en primer lugar, de él mismo que nos lo anunció en el Evangelio, pero también, por el testimonio de quienes lo vieron y trasmitieron. Así, el acto de fe que nos lleva al encuentro con Jesucristo y nos abre a su gracia, se apoya en el testimonio. Es la experiencia de María Magdalena ante el sepulcro vacío, a la que el Señor con su palabra le da el sentido y la misión de la Pascua:<em> “Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes. María fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho estas palabras”</em> (Jn. 20, 17). Una mujer, María Magdalena, fue la primera en anunciar a los apóstoles la resurrección de Jesucristo.</p> <p style="text-align: justify;">San Pablo va a reafirmar este camino de la fe cuando le dice a los romanos: <em>Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía?</em> (Rom. 10, 14). La fe, como vemos, se trasmite por la predicación y es, por ello, un don y una tarea que nos compromete. Es más, si no vivimos y predicamos a Jesucristo lo terminaremos perdiendo, él no ha venido para un grupo exclusivo sino para todos. No somos dueños de la fe en Jesucristo, somos sus discípulos y misioneros para nuestros hermanos. Vivamos con alegría la celebración de la Pascua, que es la fuente que da sentido a nuestra vida.</p> <p style="text-align: justify;">Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.</p> <p style="text-align: center;">Mons. José María Arancedo<br /><em>Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz</em></p>